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#18 El sol y la playa. Mis amores prohibidos

Irte a una playa más apartada - aunque quizás no sea la mejor - para  no pelear por conquistar tu espacio y aislarte de los domingueros de entresemana.
Extender tu toalla y sentarte para quitarte la ropa porque te da vergüenza desnudarte (incluso cuando tenías un cuerpo para hacerlo a los 20 años. Ahora me doy cuenta. Lo que son las inseguridades...).
Quedarte abrazando las rodillas y mirar el horizonte un buen rato, en un intento de abarcarlo todo. Levantarte las gafas de sol un instante (aunque no debes, por la fotofobia) para impregnarte de los colores brillantes y la luz intensa que inunda cada rincón. 
Acompasar tu respiración con los sonidos del mar.
Sacas la protección solar (para la cara) y el bronceador (para el cuerpo) y le dedicas unos minutos.
En algún momento decides ponerte los auriculares con tu música (que siempre te acompaña) para aislarte de lo que te preocupa. En algún momento decides tumbarte con los brazos a lo largo del cuerpo y las piernas dobladas, tras dejar las gafas de sol en tu cesta.
Y en ese mágico momento, en el que tu cuerpo se adapta a la arena con los ojos cerrados, sientes como el sol te bendice con su calor y te sientes viva. Y sonríes.
El tiempo se detiene.
El tiempo pasa.
Pierdes la noción del mismo, solo recuperada por las canciones que suenan.
Dejas escapar una mano fuera de la toalla y jugueteas con la arena caliente entre tus dedos, haciendo dibujos imposibles y efímeros.


Cambias de postura periódicamente porque te duele la espalda. Te duele la cadera. Te duelen los hombros.
Nada importa.
Abres los ojos en un guiño forzado (aunque no debes) y ves pasar sobre ti una gaviota. Vuelves a cerrarlos sonriendo.
Describes lentos círculos alrededor de tu ombligo con un dedo sin pensar en nada. Porque todo está bien. Aunque estás tremendamente cansada. "¡Si estás todo el rato tumbada! ¡¿cómo te va a cansar la playa?!" te ha dicho más de una vez una amiga con la que solías pasar las horas tostándote al sol.
De hecho te das cuenta de que cada vez vienes menos; porque cada vez te cuesta más. Es como si el sol consumiera tu energía. Como si brillara porque tú te vas apagando.
Qué idea tan extraña...
Pero sigues tumbada, pensando en estar ya solo un poco más -aunque te gustaría quedarte - porque la poca "batería" que te queda la tienes que gastar en caminar hasta el aparcamiento (antes paseabas desde casa hasta la playa. Ahora el camino te deja exhausta y tienes que coger el coche para acercarte a otra, donde el trayecto hasta el paseo marítimo es más corto).
Dolorida y agotada te levantas, te vistes, recoges todo en tu cesta, hundes los pies pesadamente en la arena caliente de vuelta a la civilización. Parece que te han robado el alma aunque te han devuelto la paz.

Un día, aunque el nombre ya había surgido en alguna conversación, te dicen que te van a poner tratamiento para el Lupus aunque aún no te diagnostican. Que no esperan más.
Y que eso implica que tienes que protegerte de la luz solar, de los rayos UVA, porque aparte de las lesiones de la piel puede desencadenar los brotes. Te hablan de las medidas que tienes que adoptar y una de mis preguntas es: "¿pero podré ir a la playa?".
Mi doctora se queda callada. Dice dubitativa: "a las 8 de la tarde, con protección +50 y poco rato...". Se lo piensa: "Mira que no, no".
No recuerdo la última vez que fui a tumbarme en la arena a tomar el sol. Quizás es mejor así.
Es una sensación extraña cuando llega el buen tiempo y ves en las noticias las playas abarrotadas de gente. O te cruzas con alguien en chanclas que lleva una toalla llamativa en el hombro. Cuando la familia sale por la puerta con el bañador puesto y tú te quedas en casa. Se hace difícil vivir en la costa.
Cuando tienes una fotosensibilidad tan fuerte como la mía, tu día a día se ve muy condicionado. Lo de tener que usar protección solar todo el año (no vale de cualquier manera), ir lo más cubierta posible (aunque llames la atención con manga larga en verano) o tener la casa en penumbra, se hace difícil aunque te acostumbras.
Pero echo tanto, tanto en falta el sol, que he llegado a soñar con él:
Era de mañana. Estaba sentada. Y sentía su calor en la espalda. Lo sentía.
De tal forma que cuando desperté, aún tenía la sensación y lo añoré.
Pero por un momento, había sentido el calor del sol de nuevo.

*Lo del bronceador para el cuerpo es porque, durante años, aún iba a la playa a ponerme morena y probablemente tenía lupus sin saberlo. Caldo de cultivo...
**Esto lo escribí al empezar el año, tras una sesión de relajación en la que noté el calor del sol cuando empecé estando helada. Y lo subo en plena ola de frío para que os calentéis :)

Temas relacionados:

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Written by human no by AI
 

Ilustración en negro y rojo, opacidad 50%. Un lobo estilizado en escala de grises sentado que mira a arriba, hacia una mariposa roja. Texto en rojo:"Tú también puedes escribir en las paredes de la cueva".

6 comentarios :

  1. Que curiosa es la vida, yo tengo EM y debo tomar el sol para aumentar mi vitamina D y, sin embargo, no me gusta estar en la playa tomando el sol.
    El pueblo de mis padres tiene una playa de arena fina preciosa y, sin embargo, hace años (20??) que no la piso.
    Leer como alguien echa tanto de menos la playa, tomar el sol en ella... casi me hace añorar lo que odio hacer.
    Que diferentes somos, cuanto echamos de menos lo q se nos niega. Que extraña criatura es el ser humano.
    Y que bonito has escrito el post, era como estar en la playa ...
    Gracias peque.
    Un beso, Cleo

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    Respuestas
    1. Me preocupa mucho el tema del calcio y la vitamina D para los huesos, especialmente por no tomar el sol ni consumir los lácteos de antes por el tema de la lactosa. Es un tema que he preguntado varias veces a la reumatóloga y que tengo apuntado para esta consulta otra vez.
      Es cierto que echamos de menos lo que se nos niega. Pero en este caso es que era (o es, aunque lo tenga vetado) de las cosas que más me gustan de la vida. Así que se me ha hecho tremendamente duro. Solo ha sido un poco más fácil porque con la fatiga no se cortó radicalmente de un día para otro, fui con menos frecuencia. Pero aún así echo de menos sentarme en una terraza, caminar por la acera en la que da el sol... y la playa, creo que lo he dicho todo con el post :)

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  2. Increible descripción, me he sentido en la playa y con el sol abrazando mi cuerpo... Sí, nunca he sido de tumbarme horas al sol, pero mucho de menos sentir sus rayos acariciándome...

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    1. Gracias :) Vampirillas que añoran el calor del sol.
      De joven iba a la playa en grupo. Horas interminables de charla, cartas, siestas, encuentros... y fiestas nocturnas. Y muchas horas de paseos a solas para encontrarme conmigo misma. La playa y el sol han formado una parte fundamental de mi vida. Son una parte de mí.

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  3. A mi también me encantaba el día dominguero con mis amigas.Levantarte pronto, y en una hora..Benidorm. Bañarse,comer en la playa,extender la toalla,colocar la sombrilla,bromear con quien tenia más sombra( a la hora de la siesta),otro baño ya casita.
    Ahora ya me he adaptado,llego sobre las 20:00 y eso si mi baño no hay quien me lo robe.

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    1. ¡Bien por ti! ^^
      Eso es lo malo, que yo ni siquiera puedo disfrutar de los baños a última hora por la sacroileitis. Aquí el agua está muy, muy fría y me hace más mal que bien :/
      Pero bueno, de tanto en tanto bajo a ver el mar :)

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Imagen diccionario: Dani Torrent