*Revisado 02-04-2017*
Escapadas de un día en coche, en el que conoces algo que está cerca y ni sabías las maravillas que había por allí.
O pillar un tren y dormir en el piso de una amiga para pasar unos días en la ciudad con ella.
Visitar a mi hermana cuando ya formó su familia en otro lugar.
O coger la autovía para estar todos en casa de mis padres, con los sobrinos pululando por ahí como locos.
Alguna que otra escapadilla con noches en hostal u hotel bien situado y asequible.
Contadas salidas internacionales en avión pero realmente inolvidables.
Y sobretodo mucha bolsa de viaje y autocar en mi época de estudiante, al estar mi facultad a unos cuántos kilómetros de casa.
Por unas cosas o por otras, he hecho mucha mochila, macuto o maleta. Y al principio me llevaba un par de días y siempre me dejaba algo. Pero luego se volvió como cocinar de diario, que echas ingredientes sin pensarlo.
Más tarde cambió algo la cosa por esa fibromialgia sin diagnosticar y la sacroileitis. Aunque lo único que me condicionaba realmente en este punto era el peso de los bultos por el dolor. Así que me hice una artista en optimizar el espacio y lo que llevaba. Lo justo pero sin que me faltara de nada.
Años más tarde, mi forma de hacer maletas se ha adaptado completamente a mi condición.
Y es que tú te vas de vacaciones. Pero tus enfermedades no se quedan en casa: Viajas y ellas se van contigo.
Y eso cuando tienes la suerte de poder viajar. Porque cada vez pasa con menos frecuencia y con más problemas por la fatiga, los rayos UVA y otros temas, que te dejan con los planes por el suelo.