Ya os dije lo que me gustaban
las nocheviejas. De pequeña era jugar con unos primos o con otros; y de mayor, noches interminables generalmente de diversión.
Pero llegado a un punto (y no solo por la enfermedad) me fui dando cuenta que el romper el tiempo por la mitad, marcarse propósitos para el año nuevo... no suponían en realidad un gran cambio cuando seguías en el mismo curso, la misma estación... Era poco más que pasarte los primeros días equivocándote al escribir la fecha.
Finalmente te marcas tus propios ritmos, fluyes con tu realidad y para mí septiembre significaba un nuevo comienzo, una nueva oportunidad.
Venía el cambio de curso y de ritmo, el comienzo de una nueva temporada en tienda, las vacaciones tras un verano de trabajo vertiginoso, un cambio en la duración de los días y en el tiempo,... Hasta los coleccionables y los idiomas llegan en septiembre.
Más adelante este mes significó también que venía el frío, la humedad y los dolores, una bajada de ánimo en cuanto los días se acortaban. Ahora además que, poco a poco, el sol se irá por fin debilitando, aunque no sea derrotado.
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*Dejar atrás los zapatos con los que has andado hasta ahora y encarar
la carretera que se pierde bajo un cielo amenazante, largo tiempo esperando.
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Esta vez no es diferente. Septiembre es mi "año nuevo".