(El Día Internacional de la Mujer se celebra el 8 de marzo,
anteriormente llamado Día de la Mujer Trabajadora)
anteriormente llamado Día de la Mujer Trabajadora)
Yo era de las afortunadas que cobraba poco pero trabajaba en lo que realmente le gustaba. Adoraba -adoro- mi profesión. Y daría algo por volver a hacerlo. Pero (al menos de momento) no puedo.
Cuando terminé la universidad sabía que de buenas a primeras no iba a acceder al mercado laboral sin pasar por el voluntariado (es casi marca de la casa. Hay que coger tablas sin cobrar una temporada).
Pero mientras sí, mientras no, no iba a estar a la sopa boba.
Tenía muy claro mi objetivo. Tarde o temprano trabajaría para lo que tanto me había preparado. Y mientras, curraría en todo lo que fuera saliendo. No se me caían los anillos.
Jefa de línea de cajas en un supermercado, dependienta aquí, encargada de tienda allá...
Seis años de duro trabajo en los que la gente de mi alrededor ya daba por hecho que nunca me dedicaría a lo mío. Pero yo nunca me aparté de mi meta.
Seguía formándome y periódicamente mandaba currículums por toda la provincia. Aunque lo normal era no recibir respuesta.
Llegué a tener un año en el que madrugaba para ir al gimnasio, me duchaba, iba a la Asociación Española Contra El Cáncer (AECC) a hacer media jornada de voluntariado (con varios días de salida en coche a domicilio), volvía a casa, preparaba la comida corriendo y a echar mi jornada completa por la tarde en mi trabajo. Llegaba a casa entre las 22:30 y las 23:00, dependiendo de la temporada. Me acostaba tarde (el insomnio ya venía de años atrás). Y al día siguiente, vuelta a empezar.
En el 2006, cuando menos lo esperaba (y más complicado se había vuelto mi trabajo por diversos motivos), me llamaron para trabajar en una residencia de mayores. Era como un sueño (luego se volvió un poco pesadilla, pero ese es otro tema).
Cobraba menos que en mi actual ocupación pero era lo que quería hacer y no me lo pensé dos veces.
Allí estuve casi siete años, donde aprendí muchísimo, crecí como profesional y he de decir que como persona, porque pasar horas y horas con personas mayores te da muchísimo.
Los dolores los arrastraba desde hacía años y aún así había cargado con cajas, perchas de ropa... con mis ciáticas o mis problemas de cervicales cuando trabajaba en supermercado o tienda. En una residencia, el trabajo es muy físico aunque no te correspondan ciertas funciones. Tienes que empujar sillas de ruedas, ayudar a peso a levantarse a personas con problemas de movilidad, moverte por un gran recinto... y cada vez me resentía más.
En el 2008 fue cuando acudí al médico de cabecera porque ya no podía con un cansancio que no era normal. Lo único que salían en mis analíticas era que había pasado una mononucleosis. Por alguna razón no me conformé cuando la doctora cerró la carpeta de analíticas diciendo: "Pues esto está bien". Le respondí: "Las analíticas estarán bien, pero yo no estoy bien". Algo me decía que había algo más.
Desde entonces empezó una pelea continua con muchos médicos que decían que todo estaba bien (mi traumatóloga estaba harta de que fuera diciendo que me dolía algo y que en las radiografías no saliera nada).
Hasta que en 2009 una rematóloga me diagnosticó la Fibromialgia y empezó a hablar de sospecha de Síndrome de Fatiga Crónica. La misma que más tarde vio "algo" autoinmune.
Esa sospecha hizo que en el 2010 tuviera que tomar una de las decisiones más dolorosas de mi carrera. Reducir jornada, con todo lo que ello implicaba.
No aguantaba la jornada completa. No era persona. Y sin embargo, aquello no mejoró mucho las cosas.
Reducir jornada no significaba reducción de tareas; así que por mi cuenta empecé a dejar de hacer aquellas cosas que no son de nadie pero que siempre había hecho yo. Esas que nadie valoraba pero que ahora se notaba que estaban sin hacer.
Las relaciones con los compañeros se resintieron. No tenía tiempo para pararme a charlar. Tampoco para esas discusiones que no llevan a ningún lado y se repiten cada dos por tres en las reuniones de equipo. Tenía las horas que tenía para trabajar y las tenía que exprimir al máximo porque al final echaba tiempo extra. Y no era para eso para lo que había reducido jornada.
También tuve que imponerme y recordar cuál era mi papel en el centro. Pues me encontré compañeras tomando decisiones por mí cuando yo no estaba.
Mi jefa, que era la única que conocía mi estado de salud, me decía que contara con ella para lo que fuera. Pero cuando tenía citas médicas tenía que recuperar el tiempo; y tarde o temprano me decía que esto no podía ser. No necesitaba una amiga a la que contarle mis penas. Necesitaba una jefa que me facilitara ir a mis citas. Y tenía una ansiedad tremenda cada vez que me daban hora por la mañana.
Los últimos años fueron muy complicados. El dolor y la fatiga iban a más. Gente que preguntaba si me encontraba bien (suelo tener buen aspecto pero la pérdida de peso se hizo evidente y la anemia se refleja en la cara). El brainfog me dificultaba el trabajo (tardaba mucho en escribir informes que tenía que releer una y otra vez antes de firmarlos), y empezó la sintomatología neurológica y sensitiva por la que aún estoy en estudio, con la que es difícil trabajar y que empeora con la actividad y el estrés.
Finalmente hace casi dos años me despidieron por motivos económicos. Mi madre está convencida que fueron por mis temas de salud.
En cualquier caso, lo que hubiera sido un drama a las puertas de los 40 fue un alivio, un descanso, porque estaba al borde del colapso. NO-PODÍA-MÁS.
Yo en este tiempo no he tenido la sensación de ser una "parada" más, sino que estoy de baja. Esas bajas que casi no me cogía porque nadie me sustituía y cuando volvía tenía el trabajo acumulado y era peor.
En este tiempo sin trabajar he estado en rehabilitación sin poder conducir, he tenido dos hospitalizaciones, he pasado por montones de médicos y pruebas con 3 y 4 citas semanales.
¿Hay trabajo que aguante eso?
Yo QUIERO trabajar
Pero eso supone que hay que cumplir unos horarios. Que tengo que garantizar que todas las mañanas me voy a poder levantar, llegar a mi hora, aguantar la jornada. Y cumplir con unas tareas y unos objetivos.
Yo ahora mismo ni la fatiga, ni los dolores y sobretodo mis problemas de atención y memoria me permiten cumplir con el trabajo como yo entiendo que hay que hacerlo
Porque ante todo una tiene una responsabilidad con lo que está haciendo.
Y tampoco nos olvidemos que sin trabajar, apenas salgo de casa para temas de ocio ¿Tampoco tenemos derecho a que nos quede un poco de aliento para vivir una chispa? ¿Tenemos que dejar las pocas energías que tenemos trabajando y empeorando nuestro ya maltrecho estado?
Porque yo tengo muy claro que durante esos últimos 5 años he pagado un precio muy alto: he trabajado a costa de mi salud.
Pero parece que cuando tienes ciertas enfermedades te encuentras en un limbo. En el que no puedes trabajar como una persona "normal". No puedes acceder a puestos adaptados. Pero tampoco te puedes quedar en casa porque el dinero no cae del techo.
Desamparados y perseguidos como si fuésemos delincuentes. Aunque ninguno hayamos elegido estar en esta situación.
Con motivo de este día, Cruz Roja España presentó el 3 de Marzo de 2015 su informe sobre vulnerabilidad social centrado en la situación socioeconómica de las mujeres que atienden:
Imagen: Foto del libro "Todas las Superadas" de Maitena.
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Feliz Día cielo!
ResponderEliminarHemos trabajado, y muy mucho cuando hemos podido, y eso ni nos lo pueden quitar, ni reprochar...
Sólo deseo, para tí, para mí y para todas nosotras, que llegue el día, sin mucho tardar, en que podamos volver a demostrar que somos quienes somos, que no se nos caen los anillos, que luchamos por nuestros puestos de trabajo como nadie, y que somos incombustibles!!
Llegará de nuevo ese día, lo sé! Y también sé que no tardará demasiado.
Un besazo, y de nuevo Feliz día de la Mujer!
Bonito dilema, no podemos trabajar como una persona "normal", pero siempre nos ven normales.
ResponderEliminarNo nos dan cabida en el mercado laboral actual, pero el dinero no cae del techo y tenemos que vivir.
Queremos trabajar y una vida, pero no parece haber sitio para nosotras y parece que tiramos la toalla.
No se me ocurre nada más que decir, creo que lo importante lo has dicho tu.
Feliz día de la mujer trabajadora, aunque no lo seamos ya.
Con el tema de las enfermedades poco frecuentes (sobre todo las «invisible») y el entorno laboral nos queda mucho por avanzar, está claro.
ResponderEliminarYo llevo seis años trabajando en una empresa en la que, dentro de lo que cabe, han sido bastante comprensivos con el tema de las visitas médicas. No les molesta que tenga que ir al médico a menudo, ni me hacen recuperar esas horas. Eso sí, si un día no vengo porque me encuentro «regulín», o trabajo desde casa o al día siguiente tengo no sólo mi trabajo acumulado sino el trabajo acumulado de mis superiores o compañeros, que delegan en mí (ellos lo llaman delegar, yo lo llamo «encalomar»). Comprensión, sí, pero solidaridad, la justa. Y después de seis años las miradas raras y los comentarios cuando llego tarde por las mañanas («¿No puedes poner el despertador antes y ya está?»), cuando voy coja, cuando se me resbalan las cosas de las manos o no puedo escribir a mano porque no tengo agarre... todo eso sigue ahí.
Dentro de unos meses nos cierran el departamento y yo ya estoy planeando hacerme autónoma, porque mantener un ritmo de trabajo «de persona normal» siendo rhupie es dejarse la salud; la física y la mental. Yo necesito un mayor control de mis horarios, de mis tareas y de mi entorno laboral.
Un abrazo (flojito :D )
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